Jue. Mar 28th, 2024

    Limpio, ecológico, rápido y silencioso; sin ruedas, sin motores que puedan fallar; capaz de detenerse de forma rápida y segura y deslizarse sin ruido sobre un colchón de aire.

    La levitación magnética (Maglev) iba a hacer desaparecer los viajes aéreos nacionales, zumbando de ciudad en ciudad a 800 km/h con efectos insignificantes sobre el medio ambiente (y sin necesidad de quitarse el cinturón y los zapatos).

    Debido a la forma en que los trenes Maglev repelen el tren por encima de su vía, los descarrilamientos son poco probables. No hay señalización ni piezas móviles que puedan fallar, y todos los trenes viajan a la misma velocidad.

    Imagínese el efecto en la economía y el medio ambiente. Entonces, ¿por qué ésta mañana no has podido flotar al trabajo a velocidades supersónicas? Sólo se han construido un puñado de sistemas comercialmente viables, de los cuales sólo tres sobreviven en la actualidad, todos en Asia.

    ¿Por qué no hay muchos más trenes de levitación magnética?

    Europa pionera en trenes Maglev

    El Reino Unido fue el primer país del mundo en tener un servicio comercial Maglev, hacia el aeropuerto de Birmingham. Funcionó entre 1984 y 1995, era popular y los boletos eran baratos.

    Pero se trataba de un sistema poco fiable y caro de mantener, ya que los componentes únicos eran difíciles de encontrar (el mismo mal que sufrió el Concorde).

    Alemania también abrió un camino al tren Maglev a finales de la década de 1980 con el M-Bahn de Berlín Occidental, un tren sin conductor con sólo tres estaciones. Pero los trenes flotantes pasaron a un segundo plano y la línea se cerró con la reunificación en 1990.

    El fabricante, TransRapid, mantuvo una instalación de pruebas para los trenes hasta que un accidente mató a 23 personas en 2006. Esto habría acabado con la empresa si TransRapid no hubiera recibido el encargo de construir el maglev del aeropuerto de Shanghai en 2001.

    La tecnología Maglev se muda a Asia

    El tren del aeropuerto de Shangai sigue siendo el tren más rápido del mundo (430 Km/h), y hace el trayecto de 30 kilómetros en solo ocho minutos. China también tiene una línea de maglev de velocidad media-baja en funcionamiento en Changsha, la capital de la provincia de Hunan.

    Actualmente hay otros proyectos de levitación magnética en marcha en Asia; el más conocido quizá sea el transbordador no tripulado EcoBee que viaja desde y hacia el aeropuerto de Incheon, en Corea del Sur.

    En 2012 se completó esta línea corta que une siete estaciones en las que el tren se desplaza a la relativamente tranquila velocidad de 110 Km/h. Y es gratis.

    En Japón, la línea Linimo, cerca de Nagoya, tiene un tren ligero urbano a velocidades relativamente bajas. Los japoneses son expertos en maglev, ya que han trabajado con esta tecnología desde 1969.

    Su línea de levitación magnética Chuo Shinkansen (tren bala central) es mucho más ambiciosa. Aún en construcción, permitirá que los trenes recorran los 178 kilómetros entre Tokio y Nagoya a casi 500 Km/h, en su mayor parte bajo tierra. Probablemente estará listo para 2027.

    Si Asia puede, ¿por qué no Europa?

    Se puede hacer, ¿por qué no lo hacemos nosotros? La respuesta es el dinero. Si vas a construir un sistema Maglev debes hacerlo desde cero. La mayoría de los gobiernos simplemente no asumirán ese gasto, especialmente si ya existe una infraestructura ferroviaria de alta velocidad.

    El maglev de Shanghai, relativamente pequeño, costó casi mil millones de euros. El tren bala central de Japón probablemente costará más de 90 mil millones de euros, y ya es el mayor proyecto de infraestructura de la historia e Japón.

    Mientras que del otro lado del charco la historia no es diferente. La Administración Federal de Ferrocarriles de EE.UU. se ha opuesto a los 130 millones de dólares por milla que se calcula que costaría su construcción.

    Además, no hay garantía de beneficios, así que es poco probable que haya voluntad política. Incluso los proyectos asiáticos que han tenido éxito se han llevado a cabo con décadas de retraso y un gran coste.

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